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Grandes personas.

miércoles, 28 de abril de 2010

Mod.

Vivir tampoco es tan difícil. Si, hay infinitas combinaciones de ecuaciones que explican infinitas teorías sobre la creación del mundo hace infinitos años. Nos inventamos dogmas, corrientes políticas, veneramos a dioses cada cual con su nombre, la voz viaja de Australia a Argentina en tiempo real, llegamos a la Luna, el grande se come al pequeño, hay cientos de multinacionales que juegan con acciones, con billones y con el sueldo de una familia de clase media alta. Clasificamos a los animales, a las plantas, los colores, los olores, las razas, los gustos, la sexualidad, el color de pelo, los neumáticos de los coches, el correo, el ordinario y el urgente, el burofax... Todo el mundo habla en megapíxeles, se compra camisetas que nunca se pone y coloca en su escritorio una foto que le recuerda a momentos mejores. Destruimos civilizaciones y creamos museos para revivirlas siglos más tarde. Nos damos cuenta de la valía de un genio sólo cuando desaparece. Inventamos lenguajes, signos, nomenclaturas, desciframos claves y muchas veces la mirada del de enfrente. Excavamos túneles para que viajen trenes, y construimos edificios tan altos quien sabe si por algún tipo de complejo. Hay máquinas capaces de observar organismos imperceptibles para los vista humana, los médicos operan retransmitiéndolo por pantalla en tres dimensiones e inventamos robots que suben escaleras y son capaces de llevar una bandeja. Viajamos al espacio, hacemos cientos de tratados para lograr la paz mundial, y oriente y occidente siguen siendo como el agua y el aceite.
Pero cuando bajamos el volumen de la radio y enmudecen todas las noticias, oímos nuestra propia respiración. Nuestros ojos, marrones, miel, azules, grises, verdes, negros, son capaces de ver. Por nuestras venas corre sangre imposible de medir a base de megapíxeles, el corazón se embala con algún roce de piernas o por la canción de aquel genio que si supimos apreciar antes de que todos alabaran su agudeza el día de su funeral. En verano nos quema el sol, seguimos teniendo predilección por unas determinadas butacas en el cine, o por un lado de la cama. Nos reímos en los bares por las mismas cosas, viajamos para evadirnos y buscarnos. Contamos anécdotas del amigo de un amigo, nos gusta sentirnos seguros, los besos sin avisar y que nos digan cuanto nos quieren. Vivir tampoco es tan difícil.

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